Criaturas luminosas by Shelby Van Pelt

Criaturas luminosas by Shelby Van Pelt

autor:Shelby Van Pelt
La lengua: spa
Format: epub
editor: Penguin Random House Grupo Editorial España
publicado: 2023-04-12T23:15:21+00:00


ESPERA LO INESPERADO

Los recuerdos que guarda Tova de su viaje desde Suecia son más bien difusos. Al fin y al cabo, ella solo tenía siete años por aquel entonces, y Lars, nueve. Un viaje en tren desde Upsala, un rígido adiós a su padre en el hotel de Gotemburgo; él llegó a América en avión, varias semanas antes de que lo hiciera la familia, con el fin de organizar el papeleo y el alojamiento. El hotel tenía gruesas sábanas blancas que olían a lavanda y un televisor en una mesa, que Tova y Lars miraban durante varias horas al día mientras aguardaban la fecha del embarque, y había un restaurante en el vestíbulo que servía pudin de chocolate en copas diminutas: Lars comió tantos un día que terminó con una indigestión y vomitó en las sábanas blancas. Ella recuerda que el barco de vapor Vadstena le recordó a una gran tarta gris cuando lo vio por primera vez en el muelle, adonde los había conducido un taxista aquella mañana radiante de mayo de 1956. Dos meses más tarde llegaban a Portland, Maine, donde vivieron en un piso durante dos años antes de volver a mudarse para instalarse aquí, en el estado de Washington, en Sowell Bay, con la idea de vivir más cerca de unos primos lejanos a los que Tova nunca llegó a conocer. Siempre fueron solo los cuatro.

Esas semanas en el barco son un espacio en blanco en la mente de Tova, lo cual es una lástima porque seguramente ha sido la acción más aventurera que haya emprendido en toda su vida.

Entre los escasos nítidos recuerdos de estar a bordo del Vadstena está la Foca. No se llamaba así, claro, pero fue el apodo que ella y Lars le pusieron a un pasajero con un largo y poblado bigote gris que le caía a ambos lados de la boca como si fueran un par de colmillos.

A la Foca le gustaba jugar a las cartas. Después de cenar en la cubierta, mientras Lars alineaba sus soldaditos de juguete en los asientos de terciopelo rojo, la Foca intentaba convencer a Tova y a su madre de jugar con él al gin rummy. Al principio, mamá dijo que las señoras no participaban en juegos de cartas, pero al final cedió. A la débil luz de las lámparas de cristal, Tova aprendió a jugar al rummy, a los corazones y al veintiuno. A veces, con un guiño travieso, la Foca escogía una carta y la desafiaba a adivinar cuál era; luego le daba la vuelta para demostrarle que se había equivocado antes de sacar del cuello o de la manga de la camisa la carta exacta que ella había citado.

«Espera siempre lo inesperado, niña», decía la Foca, riéndose ante la extrañeza de la pequeña Tova al ser engañada de nuevo.

Ella siente ese mismo malhumor ahora, al ver a este joven recogiendo un par de latas y devolviéndolas al estante sin darse cuenta de que las ha colocado boca abajo. Durante las últimas



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